15 de diciembre de 2011

Teorías de la conspiración: la gran cortina de humo

En 1898 el acorazado estadounidense Maine explotó en Cuba dejando 268 víctimas y siendo el detonante del inicio de la guerra hispano-americana por culpar del sabotaje a los españoles. Sin embargo, apenas quedan ya dudas de que se trató de un caso de autoatentado, o ataque deFALSA BANDERA, para conseguir los objetivos de conquista de EEUU. Negar la versión oficial e interesada del Maine fue el primer caso del siglo XX, que no de la historia, de teoría de la conspiración y lamentablemente le han seguido muchísimas más.
Existen muchos mecanismos para anular o desprestigiar las informaciones que no interesan, incomodan o acusan al Poder y en una época de sobredosis de información como esta, uno de las más eficaces es tachar a todo lo disidente de conspiratorio como sinónimo de ridículo o ciencia ficción.
Ejemplos hay miles, pero podemos citar el escarnio público al discurso de la médico-monja Teresa Forcades en El País por ser demasiado influyente ahuyentando a la población a no vacunarse contra la inofensiva gripe A, o los insultos desde Interviu a los Congresos con información alternativa.
Freeman, de Liberación Ahora, tan contundente y claro como siempre, nos envía al El Lector Alternativo Opina el artículo: “Teoría de la conspiración”: LA GRAN CORTINA DE HUMO. Los “virus lingüísticos” que la élite fomenta para combatir la disidencia”explicando en detalle esta estrategia y sus fines.
Todo cae por su propio peso, y mucho antes de lo que se tardó en descubrir la verdad del Maine, descubriremos, obviamente aplicando nuestro discernimiento, que la mayoría de las supuestas teorías conspiratorias son tristemente realidad y que gracias a ellas podemos abrir los ojos y actuar en consecuencia.
Freeman lo expresa así:
Es natural e inherente al comportamiento del ser humano el relacionarse y vincularse con sus afines, realizando acuerdos y alianzas en pro de lograr la consecución de objetivos comunes entre aquellos que comparten similares o idénticos intereses, propósitos o motivaciones.
De igual modo, es bien sabido y asumido que estas dinámicas, completamente normales y de hecho consustanciales a la vida en sociedad, han sido practicadas por el hombre -en tanto que ser social- desde tiempos inmemoriales.
El “problema” viene cuando quienes así se vinculan y se alían -reuniéndose a puerta cerrada para llegar a acuerdos y diseñar planes convenientes a sus propios intereses- son un sector minoritario de personas enormemente poderosas e influyentes a nivel planetario, las cuales -por su inmenso poder y capacidad de maniobra- tienen de facto la facultad de situarse por encima de la misma ley, así como de las naciones, los gobiernos, las instituciones y medios de comunicación, pudiendo desde esa situación extraordinariamente determinante y oligárquica, controlar y dirigir dichas instancias o estamentos a su particular arbitrio.
Todo esto, ya de por sí criminal y maquiavélico, se agrava de forma inmensurable cuando estos individuos y grupos de poder no dudan en desarrollar y emplear de forma sistemática los métodos y procedimientos más aberrantes y destructivos con el fin de obtener los resultados requeridos, para lo cual actuan de forma mediata  y encubierta, en virtud de todo el montaje jurídico-institucional que ellos mismos implementan y modelan según sus necesidades.
La actividad de esta mafia global alcanza -en definitiva- cotas de genocidio y devastación sin precedentes, por cuanto los objetivos de esta élite son diametralmente opuestos al bien común y al interés general de la práctica totalidad de la Humanidad, así como al equilibrio ecológico y planetario.
Estas agendas nefastas consiguen además sacarlas adelante con relativa facilidad, aprovechándose al máximo de la ignorancia y pasividad endémicas de una sociedad muy crédula con las verdades oficiales (gracias a la eficaz  y muy estudiada acción de las armas de desinformación masiva, la “educación”, los sistemas organizativos y funcionales, la opaca estructura jerárquica piramidal y, en fin, toda la programación mental-social que es implantada en el ser humano desde que nace, en su tierna y moldeable mente).
Sin embargo, sucede entonces que cuando un sector más lúcido de la ciudadanía -más despierto y mejor informado- ha tomado conciencia de dicha situación (como vemos, extremadamente grave para los Derechos Humanos, la democracia y la misma vida en el planeta) y comienza a su vez a informar al resto de la población, la reacción de la élite antes aludida no se hace esperar.
Y así -como una parte más de su arsenal de recursos-, comienza a introducir o propagar astutamente en la opinión pública “virus linguísticos” tales como “conspiración”, “Teoría de la Conspiración”, “conspiranoia” o “conspiranoico”.
Dichos términos o expresiones, por su tono exótico, cinematográfico, dramático, teatral o directamente ridiculizante, son empleados y fomentados -desde gobiernos, instituciones y medios, y a pie de calle o en internet- por los desinformadores (e inconscientemente por los desinformados) para descalificar, desprestigiar o despreciar toda información, discurso o reivindicación legítima y veraz -disidente por tanto de las “versiones oficiales”- acerca de lo que aquella mafia global oligárquica está realmente ejecutando y llevando a cabo, muchas veces delante de las mismas narices del alienado y aletargado rebaño humano.
La cuestión, finalmente, queda despejada cuando -con diccionario en mano- comprobamos que tales palabras y expresiones -cuyo común denominador es “conspiración“-, por sus propios significados, no se ajustan o corresponden a la naturaleza de los hechos, la cual es -como vimos al principio- muchísimo más obvia, simple y tangible que lo que aquéllos “virus lingúísticos” interesadamente denotan.
Hablemos, pues, de hechos consumados, de decisiones, maniobras y acciones manifiestamente irregulares y delictivas, de encubrimientos, ocultaciones y silencios estruendosos e inadmisibles, de relaciones, conexiones y vínculos evidentes, poniendo encima de la mesa los nombres y datos concretos de personas, de entidades bancarias y financieras, de grandes multinacionales, de lobbys, alianzas y grupos de poder, y de institutos, clubes, sociedades, movimientos u organizaciones públicas, semipúblicas y ocultas o secretas.
Hablemos de ello, alto, claro y profundo, con el ordenamiento jurídico -del que ellos mismos se sirven- en una mano, y con las evidencias, pruebas, frutos y resultados (bien visibles, contundentes e inequívocos en tantos órdenes) en la otra.
Y dejemos que los desinformadores, debunkers, magnates, genocidas y demás calaña sigan llenándose la boca con sus malévolos juegos de palabras, con sus juegos de despiste y distracción, con su hiel y su veneno. Que así, con la práctica, al menos tendrán un buen pasatiempo con el que ocuparse durante su larga y próxima estadía en prisión (o en el destierro), donde podrán experimentar en su propia carne y entre ellos mismos las consecuencias de sus actos, mientras todos los demás en este planeta nos dedicamos por fin a vivir en paz, como debe ser, naturalmente.
Freeman, de Liberación Ahora

Fuente: http://liberacionahora.wordpress.com/2010/03/23/teorias-de-la-conspiracion-la-gran-cortina-de-humo/

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