1 de enero de 2012

2011: El año de las revoluciones

En diciembre del 2006, la revista norteamericana Time colocó un espejo en su portada y designó a 'You' persona del año. "¡Tú eres el protagonista!" –gracias a las nuevas redes sociales–, planteó Time. "El 2006 no es el año de grandes hombres sino de comunidades y de una colaboración a una escala jamás vista".



Avancemos al 2011. En la portada del último número de la revista aparece un luchador callejero luciendo gorro antisistema y pañuelo. El titulo, The protestor. La persona del año de 2011 es el manifestante.
A parte de demostrar lo rápido que una multinacional de la comunicación estadounidense como Time Warner (que ahora engloba a la CNN, AOL y a los blogueros de Huffington Post) capta y rentabiliza el zeitgeist revolucionario del nuevo siglo, esta transición del tú a rebelde es bastante significativa.
No sólo por el indudable papel de las redes sociales en la ola de protestas que ha arrasado el planeta en el 2011: desde Facebook, clave en Egipto; a Twitter, en Nueva York o Blackberry en los disturbios británicos del pasado verano. Han ayudado a combatir el histórico dilema de la acción colectiva (el miedo a quedarte solo en la mani) convirtiendo al "ciudadano corriente en activista político con enorme poder de organización", según comenta David Kirkpatrick, autor de Facebook Effect.
Pero ocurre algo más profundo. Tras años en los que se había comentado hasta la saciedad el avance imparable de una globalización de mercado que aniquilaba el espacio político nacional, aparece, de repente, un efecto llamada global de protesta política. Se transmitió desde Túnez a Egipto a primeros de año. Tras incendiar diversos países árabes. saltó a Grecia y a España. Luego cruzó el Atlántico hasta Wisconsin, Nueva York, Oakland y decenas de otras ciudades convirtiéndose en "el movimiento contestatario más importante en EE.UU. desde los años sesenta", según el nuevo libro Occupying Wall Street (Or Books, 2011).
De paso, se han movilizado cientos de miles de personas desde Israel a Chile y, más recientemente, China. Incluso, los disturbios británicos del verano –calificados entonces por algún medio como "orgías de consumismo violento"– deben entenderse como parte de la cadena global de protesta en el 2011, según un nuevo estudio de la London School of Economics (LSE). "Túnez fue el efecto sorpresa; el resto es efecto llamada", indica Muhamed Aidor, organizador marroquí de Comisiones Obreras en Madrid.
Y, salvando las enormes distancias, algo vinculaba a los manifestantes del 2011. "Las protestas no tienen ningún tema unificado pero expresan la preocupación de las clases obrera y media a escala mundial ante la concentración del poder en élites económicas, financieras y políticas", explica el influyente economista de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini. Hay otro factor muy importante. Por primera vez en mucho tiempo en Túnez y Egipto se vio que las protestas podían cambiar el statu quo. "Cuando movilizas a la gente y ves el resultado como vimos en Tahrir, tienes una sensación impresionante de que puedes cambiar las cosas", reflexionaba Ahdaf Souief, la escritora egipcia en una entrevista mantenida en mayo. Aunque todos sabían que la transición a la democracia en Egipto sería un proceso complejo, la caída rápida de Mubarak impulsó el efecto dominó desde Tahrir a la Puerta del Sol y mas allá. "Cuando un millón de personas consiguen lo que quieren, cambian radicalmente tus expectativas sobre lo que es posible", apuntaba Soueif, días después del 15-M en Madrid. Esta idea de "poder cambiar las cosas" resonó esa misma semana por el campus de la Universidad Americana de El Cairo, donde los estudiantes siguieron muy de cerca los acontecimientos de España. "Por primera vez, Egipto es un buen ejemplo. Siempre habíamos sido un ejemplo malo", manifestó Sara Mohamed de 22 años.
Pero, a partir de los indignados de la Puerta del Sol, la clave del efecto contagio no fue el impacto inmediato sobre el poder sino las formas innovadoras de una nueva cultura de protesta. Mientras, en Túnez y Tahrir, la táctica había sido aglutinar al movimiento entorno a una sola reivindicación –la caída del dictador–, los acampados de la Puerta de Sol y de Zuccotti Park (Manhattan) optaron por múltiples reivindicaciones. Convirtieron la protesta en sí en el objetivo. En las asambleas generales de Madrid y Nueva York, miles de veinteañeros aprobaron propuestas mediante el twinkling inventado en Seattle en 1988 –levantando los brazos y meneando los dedos– y en Zuccoti Park se utilizó el llamado micrófono del pueblo (cada frase de los discursos se repite para compensar la ausencia de un sistema de amplificación). Asimismo, el término indignado –adoptado por el combativo movimiento griego que ocupó durante dos meses la Plaza Sintagma– y el eslogan "Somos el 99%", acuñado por la revista satírica canadiense Adbusters, ya se consideran logros del marketing de la nueva política contestataria.
Los escépticos responden que tanto twinkling ha coincido en España con la llegada al poder de un gobierno conservador mientras que en Washington todo sigue igual. Pero, como destaca la revista neoyorquina The Nation, el discurso de Obama ha cambiado en los últimos meses. Ahora, el presidente habla de "la avaricia de unos pocos" y de impuestos sobre los ricos. "Debería haberlo adoptado hace años; hacía falta el movimiento Occupy para que lo hiciera", resume su editorial.





Fuente: http://www.lavanguardia.com/politica/20111230/54243458834/2011-ano-revoluciones.html

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